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Sumida en una profunda crisis tras la marcha de su marido, Marta acoge en su casa a una antigua amiga de juventud de la que llevaba veinte años alejada. Rama sigue siendo la misma de siempre: divertida, alegre y optimista. Parece la compañía ideal para superar una depresión; a su lado todo se ve de otro color y se diría que lo peor ha pasado, pero… ¿Es normal la compenetración que ha surgido entre ambas? ¿No se están apoyando demasiado la una en la otra?
Cuando Rama confiesa sentirse diferente, se hace necesario establecer unas reglas que marquen la convivencia. Ya nada volverá a ser como antes...
“Sigue un silencio extraño, poco frecuente entre nosotras. Normalmente soy yo la que se queja y Rama la que escucha con paciencia, pero esta noche parece que es mi amiga la que siente la necesidad de soltar lo que lleva dentro, aunque hay una diferencia: mientras yo suelo hablar de sentimientos en un tono bastante tristón, ella habla de sexo y con un aire totalmente desenfadado.”
“La risa de Rama es tan fuerte como su sangre africana. Se adueña de la habitación, me envuelve, me arrastra como la corriente de un manantial al caer desde lo alto.”
“No me apetece probar con cualquier mujer, si es lo que quieres saber. Me apetece probar contigo.”
“Su boca sabe a fresa, a vainilla, a chocolate caliente, su saliva se derrama por la comisura de mis labios mientras confusamente me doy cuenta de que estoy besando a otra mujer, y es como si la tierra desapareciera debajo de mis pies desnudos.”